23.10.06

El pinar

El pinar

Físicamente estaba en el aula, pero mi cabeza estaba en otra parte. La voz del profesor me llegaba como un murmullo monótono y cansino. Las letras blancas en la pizarra verde se mezclaban difuminadas. Quizá llevaba demasiado tiempo sin pestañear. Desconecté completamente de la clase, y me encontré soñando que me hallaba al lado de la autopista por la que paso cada día para ir a la universidad. Miré el desolado pinar que se encontraba frente a mí: seis hermanos dejados de la mano del hombre entre un camino de asfalto y un bosque de edificios de cemento. En las ramas más altas, había dos pájaros hablando de sus cosas. Y un poco más abajo, una lagartija tomando el sol. Por el tronco, corrían en fila india las rojas hormigas. Y una mariposa extraviada revoloteaba de cardo en cardo. En un cerrar de ojos, me di cuenta, que todo el mundo estaba recogiendo sus cosas. Cogí la carpeta y el bolso y salí distraídamente de la clase. Instintivamente llegué al coche y de forma mecánica empecé a conducir hacia mi casa. Pasé por la hermosa escultura de la salida de la universidad, la gigantesca rotonda, la farola decorada con flores en memoria de algún muerto en accidente, por la piedra en la colina con forma de sillón y al acercarme al pinar, vi a una persona frente a él. Justo dónde yo había estado esta mañana. Reduje la velocidad para no confundirme pero a pocos metros no tuve ninguna duda. Me reconocí.

19.10.06

Por la línea de puntos

-Sigue la línea de puntos.
-Y luego?
-Ya lo descubrirás cuando llegues al final.
Y empezó a andar y andar, y estaba tan ansiosa por llegar al final, que empezó a correr y los puntos se convirtieron en rayas. Y Corrió tanto que las rayas se convirtieron en una línea continua.

Hasta que finalmente el camino perdió su razón de ser.

16.10.06

La de las coletas

Caí y perdí la consciencia durante unos segundos que parecieron eternos. Entonces vi pasar mi vida delante de mí. La cogí de las coletas y volví otra vez en si.

8.10.06

Entrañable

Él es entrañable. Ese es el primer adjetivo calificativo que me viene a la cabeza cuando pienso en él. Cuando lo conocí ya me lo pareció. Tan viejito, con tanta experiencia e historias a sus espaldas (De hecho, él también se convirtió en un elemento importante en mi vida antes de llegar a mí). Me imponía y me daba respeto. Pero todo es ponerse… al principio es brusco, pero como todo, es cogerle el truco. Y si lo tratas bien y con cariño el se comporta con suavidad y eficacia. Necesita cuidados especiales, una limpieza profunda y alguna que otro retoque para que tenga un look más personal… Pero a mi no me importa. Eso si, no pretendas pisar a fondo y que eche a correr, porque él, necesita su tiempo para prepararse y con un poco de paciencia, hasta te coge los 120 Km.

Es mi primer coche :-)

3.10.06

muérete

Allí estaba él. Altivo y arrogante en lo alto del puente que cruzaba la vía del tren. Se fumaba un pitillo con vicio mientras miraba distraídamente los coches pasar por la carretera. Pensé en una forma de llegar a él, distraerle y tirarlo al vacío. Eran 20 metros de caída. Muerte segura. Y si no, podía esperar 10 minutos a que pasase el tren dirección Martorell. Unos minutos más coexistiendo con él ya no me importaban, sólo pensar en lo tranquila que me quedaría viviendo en un mundo sin él, ya me satisfacía.
Me acerqué por detrás. No me había visto. Concentré mi odio y mi rabia en las manos, preparadas para empujar con todas mi fuerzas hacía delante. Vino a mí el dolor, la impotencia… Lo había hecho. Como lo hacía cada noche de cien maneras diferentes: cuchillos, pistolas, ahogando con cordones, con las manos, en la bañera… cada una más placentera que la anterior.

2.10.06

lágrimas

Una lágrima resbaló por su cara, hasta caer en sus piernas desnudas. Estaba frente la ventana, sentada en la cama con las manos y las rodillas juntas. Se sentía triste y desgraciada. Y la hacía sentir peor saber que no existía ninguna razón real para ello. Cogió el móvil y marcó un número. Quería hablar con él, pero no sabía que contarle. Para este tipo de cosas de poco servía. Primero, que ya tenía suficientes cosas en que pensar para andar preocupándose de las tonterías de los demás. Y segundo… que realmente lo que necesitaba en estos momentos era un abrazo o unas palabras dulces. Se levantó, corrió las cortinas y apagó la luz. Por la ventana, entraban unos pocos y débiles reflejos amarillentos procedentes de la farola de la calle. Al dirigirse a la cama otra vez, pasó por el espejo de medio cuerpo y se fijó en el reflejo que proyectaba. Allí estaba ella. Desnuda porque aún no se había puesto el pijama. Bajita, no muy delgada y pálida a causa de la luz enfermiza de la farola. Se le había corrido el rímel y tenía los ojos y los labios rojos a causa del llanto. Y las lágrimas empezaron a caer otra vez con más fuerza. Se abrazó para ahogar el llanto, agarrándose tan fuerte que no podía ni respirar. Cerró los ojos con tanta fuerza que creía que le iban a explotar. Aún pasaron unos minutos hasta que su respiración se normalizó. Sus brazos se aflojaron y empezó a acariciarse lentamente para darse calor. Le gustaba las cosquillas que le hacían los dedos al rozar el bello de sus brazos. Y el suave contacto del pecho y el cuello con el dorso de la mano. Abrió los ojos. Y se vió la cara. Desfigurada por el esfuerzo. Se tocó los labios. Mojados. Sacó la lengua y la pasó por el contorno. Salados. Se secó las lágrimas negras con fuerza para arrancarlas de las mejillas. Y se estiró en la cama. Hecha un ovillo, se acarició con una mano uno de los suaves pechos y con la otra la entrepierna caliente. Cerró los ojos y se dejó llevar, hasta que se durmió entre agradables caricias y sueños eternos.