23.10.06

El pinar

El pinar

Físicamente estaba en el aula, pero mi cabeza estaba en otra parte. La voz del profesor me llegaba como un murmullo monótono y cansino. Las letras blancas en la pizarra verde se mezclaban difuminadas. Quizá llevaba demasiado tiempo sin pestañear. Desconecté completamente de la clase, y me encontré soñando que me hallaba al lado de la autopista por la que paso cada día para ir a la universidad. Miré el desolado pinar que se encontraba frente a mí: seis hermanos dejados de la mano del hombre entre un camino de asfalto y un bosque de edificios de cemento. En las ramas más altas, había dos pájaros hablando de sus cosas. Y un poco más abajo, una lagartija tomando el sol. Por el tronco, corrían en fila india las rojas hormigas. Y una mariposa extraviada revoloteaba de cardo en cardo. En un cerrar de ojos, me di cuenta, que todo el mundo estaba recogiendo sus cosas. Cogí la carpeta y el bolso y salí distraídamente de la clase. Instintivamente llegué al coche y de forma mecánica empecé a conducir hacia mi casa. Pasé por la hermosa escultura de la salida de la universidad, la gigantesca rotonda, la farola decorada con flores en memoria de algún muerto en accidente, por la piedra en la colina con forma de sillón y al acercarme al pinar, vi a una persona frente a él. Justo dónde yo había estado esta mañana. Reduje la velocidad para no confundirme pero a pocos metros no tuve ninguna duda. Me reconocí.