2.10.06

lágrimas

Una lágrima resbaló por su cara, hasta caer en sus piernas desnudas. Estaba frente la ventana, sentada en la cama con las manos y las rodillas juntas. Se sentía triste y desgraciada. Y la hacía sentir peor saber que no existía ninguna razón real para ello. Cogió el móvil y marcó un número. Quería hablar con él, pero no sabía que contarle. Para este tipo de cosas de poco servía. Primero, que ya tenía suficientes cosas en que pensar para andar preocupándose de las tonterías de los demás. Y segundo… que realmente lo que necesitaba en estos momentos era un abrazo o unas palabras dulces. Se levantó, corrió las cortinas y apagó la luz. Por la ventana, entraban unos pocos y débiles reflejos amarillentos procedentes de la farola de la calle. Al dirigirse a la cama otra vez, pasó por el espejo de medio cuerpo y se fijó en el reflejo que proyectaba. Allí estaba ella. Desnuda porque aún no se había puesto el pijama. Bajita, no muy delgada y pálida a causa de la luz enfermiza de la farola. Se le había corrido el rímel y tenía los ojos y los labios rojos a causa del llanto. Y las lágrimas empezaron a caer otra vez con más fuerza. Se abrazó para ahogar el llanto, agarrándose tan fuerte que no podía ni respirar. Cerró los ojos con tanta fuerza que creía que le iban a explotar. Aún pasaron unos minutos hasta que su respiración se normalizó. Sus brazos se aflojaron y empezó a acariciarse lentamente para darse calor. Le gustaba las cosquillas que le hacían los dedos al rozar el bello de sus brazos. Y el suave contacto del pecho y el cuello con el dorso de la mano. Abrió los ojos. Y se vió la cara. Desfigurada por el esfuerzo. Se tocó los labios. Mojados. Sacó la lengua y la pasó por el contorno. Salados. Se secó las lágrimas negras con fuerza para arrancarlas de las mejillas. Y se estiró en la cama. Hecha un ovillo, se acarició con una mano uno de los suaves pechos y con la otra la entrepierna caliente. Cerró los ojos y se dejó llevar, hasta que se durmió entre agradables caricias y sueños eternos.