3.10.06

muérete

Allí estaba él. Altivo y arrogante en lo alto del puente que cruzaba la vía del tren. Se fumaba un pitillo con vicio mientras miraba distraídamente los coches pasar por la carretera. Pensé en una forma de llegar a él, distraerle y tirarlo al vacío. Eran 20 metros de caída. Muerte segura. Y si no, podía esperar 10 minutos a que pasase el tren dirección Martorell. Unos minutos más coexistiendo con él ya no me importaban, sólo pensar en lo tranquila que me quedaría viviendo en un mundo sin él, ya me satisfacía.
Me acerqué por detrás. No me había visto. Concentré mi odio y mi rabia en las manos, preparadas para empujar con todas mi fuerzas hacía delante. Vino a mí el dolor, la impotencia… Lo había hecho. Como lo hacía cada noche de cien maneras diferentes: cuchillos, pistolas, ahogando con cordones, con las manos, en la bañera… cada una más placentera que la anterior.