7.2.07

Producto defectuoso

Nadie avisó a Daniel de que crecer era un proceso tan complicado.

Los primeros años, ejecutó su papel con destreza. Limitándose a dejarse llevar por su instinto y el consejo de sus padres, sin ningún esfuerzo fue considerado un niño inteligente, diestro y despierto. Poco a poco, sus habilidades sociales se revelaron limitadas por un exceso de timidez y tal vez, incomprensión hacia cierto tipo de comportamientos ajenos. Sin embargo, lo compensó con su natural simpatía y una sonrisa estudiada que desarmaba a sus mayores y al sexo contrario.

Aunque era alegre de nacimiento, con los años, cada vez tenía que esforzarse más para sonreír. Y es que los problemas externos del mundo no ayudaban demasiado a resolver sus conflictos internos típicos de un adolescente vulgar.

Y aquí estaba él. Recién levantado a las 12 del mediodía delante de la ventana del 5º piso donde vivía con sus padres. Sin mayores aspiraciones que vivir al día, sin sueños a largo plazo, y sin ilusiones más mayores que salir con los amigos el fin de semana. Ni siquiera se sentía especial, era básicamente un producto de la sociedad como cualquier otro chico de su edad.

Miró por la ventana. La larga calle sin árboles, el vecino de enfrente regando un esmirriado geranio, los ruidos de una pala mecánica en la esquina… y un trocito de cielo gris donde volaba un sucia paloma.

Y en ese momento, que por cierto, era su 25 aniversario, decidió lo que iba a hacer.